miércoles, 25 de agosto de 2021

el día a día



Cada día es una aventura. Te despiertas y surge una pregunta interna ¿Cómo está hoy mi ánimo? ¿Me encuentro con fuerzas para levantarme y empezar con energía?... A lo mejor no, y me va a tocar disimular normalidad en un mundo donde la normalidad es sólo un sustantivo.

Empecemos el día. Desayuna y trata de hacerlo equilibrado (da igual si no te apetece), pufff necesito despertarme, me tomaré un café doble (no, no puedes...cuidado con la cafeína que puede ser un risk), umm.. me apetece dulce.(cuidado, demasiada azúcar. Excita y después de todo el día puede desembocar a un pico). Titoti, nanoni, titoti, nanoni.. la alarma, toca la medicación. Por cierto, tengo que chequear que lleve en el bolso. Madre mía 7 horas para salir de casa y tengo sólo media y menos mal que no me maquillo. Ya puedo salir de casa.

Seguimos. Que cansancio, voy a pillarme algo de comida rápida o como fuera de casa. Voz interna - ya sabes que tienes que llevar hábitos, algo descompensado y desemboca en algo peor-. Venga, me voy a casa...pufff, pero no aguanto tengo hambre. Me pillo algo basura, llego a casa y cocino. Pero ya es tarde, bueno hoy vale, pero mañana no. 

Esto pasa esté trabajando, de vacaciones, un día que me apetezca hacer cosas  y un día que quiera tomármelo para mí y no hacer nada o "planificar" nada. Ah, vale que esto último no se permite con este tipo de enfermedades. Por desgracia es así, ya ni me acuerdo el día que podía no planificar nada. Comer lo que me viniese en gana, sin horarios, cuando el cuerpo se le antojase, sin llevarme medicación, sin mirar si cometía excesos con la cafeína, con la azúcar, con el alcohol o con la comida.

Añoranza de esto, sí mucha. Tanto o más como la de bailar, abrazar o besar en tiempos de pandemia como ahora estamos. La diferencia, de pandemia llevamos dos años y de prohibirme y cohibirme en cosas que me gustaría hacer como toda persona, llevo casi diez años. Diez años de lockdown o confinamiento en no mirar el reloj y no temporalizar acciones o medir consecuencias al dedillo, al igual que si haces un dobladillo para que todo vaya lo más recto posible y aún así a la mínima, la mente se desvía y vienen curvas que a veces no se pueden sortear como gustaría, sin necesitar medidas extremas que estabilice el camino.

1 comentario:

  1. Amo ese título..."Vivir entre dos polos"
    Pero justamente es la vida cotidiana entre los dos polos lo que se nos hace tan difícil.
    Gracias por este espacio!!

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